viernes, marzo 29, 2024

El muro

A medida que nos hacemos mayores, aquellos lejanos horizontes aparentemente tan accesibles que perseguíamos de jóvenes, ahora los tenemos ante nuestras propias narices en forma de sólido muro de hormigón tras el cual se amontonan los sueños que nunca pudimos alcanzar entonces y sin saber tampoco, a ciencia cierta, en qué consistió el fracaso que ahora esconde detrás a no ser que, voluntariamente, atravesemos esa pequeña puerta que permanece cerrada en su estructura y que sólo se abrirá por la curiosidad de algún interesado de mi generación en conocer su pasado.

Hay quién afirma, aunque sin crédito de ninguna clase por no haber tenido la experiencia de entrar y volver a salir para contarlo, que detrás de él todos somos iguales y que muchos de sus moradores suelen arrepentirse de estar allí, precisamente, por ese motivo: porque todos somos iguales, insisto, y porque el tiempo vivido en este otro lado no les ha servido de nada para distinguirse del resto en el otro. Tras el muro no se puede comprar ni vender absolutamente nada, allí la ley es igual para todos y todos tienen el mismo estatus, la misma educación y la misma filosofía.

Este sueño que me ha asaltado en medio de la madrugada del domingo, ha tenido lugar como consecuencia de las razones que, despierto, me asaltan cada día como para otorgarle a este gobierno un voto de confianza en favor de su tan discutida coalición. Razones que no me atrevo a enumerar para no herir las susceptibilidades de una derecha dispuesta siempre a reventar a cualquier precio, cualquier propuesta de mejora en favor de las clases más desfavorecidas. Mejoras que, desgraciadamente, se antojan necesarias para tratar de vivir algo más dignamente a este lado del muro al que me he referido en mis sueños.

Con la creación del nuevo gobierno ya no resultan tan visibles aquellos sucios charcos de la coalición en funciones, donde, a pesar de hallarse tan a la vista, metíamos los pies en ellos hasta los bajos de los pantalones y, en algunos casos, muy por encima de los tobillos. Ahora todo va pareciendo algo más transparente, menos repugnante, sin embargo, no hay que fiarse. Habrá que tener mucho más cuidado si cabe que antes, porque aquellos charcos de poca profundidad, al secarse pueden haber dado paso a peligrosas e imperceptibles arenas movedizas de las que, si por desgracias cayéremos en ellas, sería muy difícil salir con vida. Este gobierno habrá de avanzar con cautela, utilizando durante su recorrido una sólida pértiga con la que ir pinchando el terreno algunos pasos por delante para tratar de prevenir el peligro que todavía le acecha si lo que quiere es sobrevivir durante los próximos cuatro años.

De manera que como soñar no cuesta dinero, no tengo otros argumentos que ofrecer como no sea la confianza depositada, en razón de mi compromiso social, en este nuevo gobierno de coalición del que espero no tener que arrepentirme en la medida que lo he hecho del anterior.

Como decía Calderón: “la vida es sueño y los sueños, sueños son”

zoilolobo@gmail.com

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