Leyendo la solicitud de ayuda de España a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, llego a la conclusión de que el gobierno que copia todo menos las medidas para luchar contra la pandemia, no piensa doblar su brazo y reconocer los errores que se han cometido. Resulta insoportable ver como los soldados que están luchando en esta guerra sin cuartel van cayendo contagiados por la falta de previsión de los jefecillos del gobierno. El ministrillo astronauta metió el otro día la pata hasta el corvejón reconociendo que desde primeros de febrero se trabajaba con la posibilidad de un caos sanitario. Una de las vicepresidentas del gobierno socialista ingresa en una de las clínicas privadas más caras de España, todo un ejemplo de ejemplaridad. Los socios del gobierno no dejan pasar una oportunidad para malmeter en las Redes Sociales en contra del sistema, el ejército y las fuerzas de seguridad. Los independentistas catalanes se rasgan las vestiduras por la presencia de militares en su territorio, que no es suyo, es del Estado. La alcaldesa de Barcelona, ahora si le parece bien, solicita que los militares instalen infraestructuras en la Ciudad Condal. Los vascos, los que nos tuvieron subyugados por los asesinos que pululaban por todo el país, aprovechan para una moción de censura y poner al partido franquicia de los etarras al frente de algún ayuntamiento. Al presidente vasco no se le cae la cara de vergüenza al haber rechazado a los militares de la UME para intentar rescatar los cuerpos de dos obreros sepultados en un vertedero con sustancias altamente peligrosas. ¿Será que no quería que viera a unos hombres con la bandera española hacer algo de lo que él ha sido incapaz? Y lo más irritante de esta situación es ver como en los medios de comunicación, periodistas o comunicadores aplauden con las orejas todas las ocurrencias del jefecillo de turno. Ahora no es momento de críticas. Ahora si es el momento de no olvidar, aunque la verdad es que el pueblo español desde Finisterre hasta Orchilla ha demostrado una carencia de memoria que resulta desconcertante. Lo único que me gustaría es que los lectores, oyentes y televidentes aprovechen, ahora que tienen tiempo, en contrastar las noticias. “Beban” de distintas fuentes y contrasten. No permita que el periodista de turno le “interprete” la noticia según el color de su carné. Mi última recomendación es: “Si usted quiere se sabio, aprenda a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tenga nada que decir”. Ahora me callo yo.-Confucio
Licenciado en Filosofía