viernes, abril 19, 2024
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Los amigos del Toscal

A mi amigo Antonio Encinoso

Con motivo de la partida de mi querido amigo Antonio Encinoso Cabello «Fosforito» y cumpliendo con el compromiso que adquirí con mi otro amigo del alma, José Severo DelgadoPepe–, de que escribiría un texto de recuerdo sobre su persona y el cariño sincero que nos teníamos, obligatoriamente regreso hoy a mi propio pasado, el de mi niñez y juventud, a un sitio humilde con mucha historia, con gentes campechanas y sencillas, de costumbres y valores anclados en una continua nostalgia por un glorioso y venerado pasado, con tan fuertes sentimientos de pertenencia, que el vecino en dificultades era considerado un miembro más de la familia. Esta forma de existencia solidaria y en comunidad, dio como resultado entre otras cosas, el desarrollo de una peculiar y particular forma de ser y de hablar, además de un fino y muy socarrón sentido del humor, con frecuencia humor negro, herramienta usada para reconvertir las penas. Sirva como ejemplo, uno de tantos irónicos «dichos» que frecuentemente se escuchaba entre los mayores y que decía: «comer no comemos, ¡pero reírnos!«.

Bien, pues creo que ya es hora de que les diga que he estado hablando del capitalino barrio del Toscal, mi barrio del alma, ¡el de las chicas guapas!, no lo digo yo que soy parte interesada, lo dice Marichal en el estribillo de las Folías: «Dice Marichal, que las chicas guapas son las del Toscal«. Un barrio, cuyo contorno se dibuja aproximadamente entre La Muralla, La Marina hasta La Alameda, subiendo hasta la calle del Norte, Barranquillo, Méndez Núñez, Almeyda, y cerrándose de nuevo en la muralla. Pues bien, mi amigo Antonio nació en la emblemática toscalera calle de La Luna, junto al Parque Recreativo y desde joven desempeñó labores de peluquero, primero como empleado en la calle Candelaria y posteriormente, se estableció por su cuenta en el centro neurálgico del barrio, en un privilegiado sitio ubicado en la esquina de la calle La Rosa con Tribulaciones. Allí tenía mi amigo Antonio su peluquería, aunque a mi me ha gustado siempre llamarla barbería, su nombre tradicional. La compartió con otros compañeros de viaje, como Pepe el músico, un arafero que compatibilizaba labores en la Banda Municipal y que me pelaba desde que era muy pequeñito, tanto, que tenía que poner una tablita sobre los reposabrazos del sillón, a modo de suplemento, para poder sentarme a la altura adecuada. Otro de sus compañeros de faena, el que más tiempo trabajó con Antonio, es mi gran amigo e inductor de este modesto texto, José Severo Delgado –Pepe–, quien fue su más fiel colaborador durante muchos años, tiempo en el que forjaron una sólida amistad que perduró a lo largo del tiempo y que superó incluso la disolución de la relación laboral entre ambos, que se produjo cuando Pepe se estableció en su actual local de la calle Sta. Rosalía.
Era necesaria esta introducción para entender la importancia de nuestro personaje, pues en él, se concentraban las especiales características humanas del prohombre Toscalero. Antonio, fue un ser que atesoraba gran conocimiento y destreza en el arte de la peluquería de caballeros. Sus magníficos resultados profesionales, unidos a su cercanía, su siempre interesante conversación y el especial sentido del humor toscalero ya comentado, hacía que socializara y fomentara la amistad y fidelidad, de una enorme cantidad de amigos-clientes del barrio, de otros barrios santacruceros e incluso, con otros que venían de diferentes localidades de la isla. Se podrán imaginar entonces, del tipo de lugar del que hablamos, una auténtica universidad popular ubicada en un pequeño lugar físico, pero enorme en relación al peso específico del barrio. Allí, su «catedrático» Antonio Encinoso , entre pelados a navaja , a tijera, «arreglitos«, y/o magníficos y relajantes afeitados, impartía junto a sus «feligreses» habituales, a modo de profesores asistentes, una asignatura que podríamos denominar «Toscalerismo«, para simplificar su amplísimo temario, en el que no faltaban lecciones magistrales de humor, ironía, filosofía de la vida, anécdotas, historia de los acontecimientos y sucesos populares… Puedo afirmar que en aquel sitio, muchos fuimos instruidos en sentimientos y valores que ahora están en boga y se consideran vanguardia en los modernos métodos de enseñanza, pero que ya estaban inventados y puestos en práctica en ese bendito sitio del Toscal, que era la Barbería de Antonio. Y me refiero a valores y conceptos que propiciaban una particular manera de vivir y que eran: amistad, igualdad , solidaridad, tolerancia, multiculturalidad, no exclusión, aprendizaje activo y participativo… en definitiva, buenos sentimientos, modos, maneras y costumbres. Con toda seguridad, se fomentaban de manera inconsciente y totalmente espontánea, porque era la consecuencia del carácter e identidad del toscalero , ya ampliamente comentada al principio y de la que Antonio fue un dignísimo representante.
Mi relación con Antonio, se remonta a mis primeros recuerdos infantiles, ya que mi casa familiar estaba situada a escasos cien metros, pero sería a partir del año 1978 aproximadamente, cuando se intensificó de manera definitiva. Un día, que como siempre mi hermano y yo pasábamos por allí, nos dijo que si queríamos participar en unas reuniones que estaba organizando en la barbería en horas posteriores al cierre, con personas que supieran tocar. Y es que Antonio estaba aprendiendo a tocar el Timple y Pepe la guitarra. Así, de esta manera tan espontánea, comenzaron una serie de maravillosos e inolvidables ratos de música y risas en las tardes-noches toscaleras, con vecinos que se fueron agregando y otros tocadores que fueron viniendo de diferentes lugares. Antonio, que tocaba «a lo zurdo» su «Febles» de calabaza con cuatro cuerdas, aunque posteriormente aprendió con cinco, desde el principio lo ejecutaba con buen oído y «jeitillo» , «de casta le venía al galgo» pues su hermano mayor, el también muy querido y recordado por mi, Adolfo «el fósforo«, fue un gran maestro del timple de acompañamiento, codiciado por los grupos del momento, al que siempre recuerdo acariciando con sus dedos el Timple que siempre le acompañó, un soberbio ejemplar construido por otro toscalero ilustre de la calle Santiago, el famoso Mario Texeira. Son tantas las anécdotas y vivencias que pasamos juntos, que me voy a remontar a la primera, inicio de un período de música y amistad, único e inolvidable. Julio, que así se llamaba el panadero que repartía en el barrio, enterado de estas reuniones-ensayos nocturnos, nos invitó a visitar las instalaciones de la asociación de vecinos de Geneto, en la que hacía labores de directivo, con motivo de una festividad local. Allí, nos presentamos un «rancho» de toscaleros dispuestos para la parranda, pero lo que no podíamos esperar de ninguna de las maneras , era que nos encontráramos con un salón de actos, lleno de vecinos del lugar perfectamente sentados, a la espera de una «actuación» de un grupo organizado. Ante nuestro lógico desconcierto, al amigo Antonio no se le ocurrió otra cosa, que argumentar que no formábamos un grupo, que simplemente éramos unos amigos del Toscal, palabras aprovechadas por la organización de la «fiesta«, para «bautizarnos» esa noche, como «Los Amigos del Toscal«. Esa fue la peculiar manera en que nos subimos brusca e inesperadamente encima de un escenario, un grupo de toscaleros de diferentes edades, en su mayoría vecinos de toda la vida, cuya única pretensión en principio, era pasarlo bien en torno a nuestra música y una buena comida.

Al poco tiempo, el pequeño salón de la barbería empezó a lucir colgados de sus paredes, diferentes instrumentos de cuerda, que libremente tocábamos los que por allí íbamos pasando a lo largo del día y cuando se «terciaba«, porque coincidíamos unos pocos espontáneamente, se armaba la parranda. Y no crean que eran parrandas de «poca monta«, ya que entre los habituales, se encontraban figuras históricas de la música popular de distintas generaciones, como el recientemente fallecido Óscar «Osquita«, gran maestro multi-instrumentista, Elio Dorta, un guitarrista de finísimo oficio en el arte del acompañamiento, Domingo BarriosMingoles”, guitarrista y constructor de instrumentos, Néstor Delgado, legendario laudista chicharrero, Mario «Papelito«, miembro fundador de Los Huaracheros, Beny Baute y otros muchos chicharreros que se me pierden en los rincones de la memoria.
Sí, han leído bien, la barbería de Antonio fue la cuna musical del gran Beny Baute Montañez, niño prodigio originario del Toscal y nosotros, sus primeros profesores. Beny, aquel niño menudito, de ojos y oídos muy abiertos para captarlo todo, dotado con una inteligencia pocas veces vista, aprendió entre aquellas paredes de la barbería los primeros acordes, punteos y alzapúas, siendo este el inicio de un fulgurante camino musical, que le llevó a convertirse en uno de los mejores requintistas del mundo, con una carrera internacional muy importante, como miembro del trío mejicano «Los Tres Ases«.
En lo personal estaré eternamente agradecido a Antonio, por su amistad y por su permanente cariño hacia mí, pero por encima de todo, recordaré siempre que gracias a su mediación, tuve la primera oportunidad de acceder a la dirección de una prestigiosa rondalla de carnaval. Hacia el final del verano de 1984, ocurrió que en la típica conversación entre peluquero y cliente, que se produce habitualmente durante los cortes de pelo , Antonio saca a relucir mi nombre –»Fernandito», que es mi nombre de guerra toscalero–, a requerimiento del cliente-amigo José Perera, presidente en ese tiempo de la Masa Coral Tinerfeña. Estaban buscando director para la Rondalla de la Institución y gracias a ese intrascendente momento y a la fe que Antonio puso en mi persona, se hizo realidad el fichaje por esa insigne sociedad musical chicharrera, que supuso una época muy feliz de mi vida personal y profesional. Después de esa rondalla, he tenido la oportunidad de dirigir otras y diversos grupos vocales e instrumentales, pero como ocurre con el primer amor, la Masa Coral fue algo especial e inolvidable, que pudo hacerse realidad porque he tenido la grandísima suerte y privilegio de ser de los habituales amigos de la barbería y de su dueño, mi querido amigo entrañable, Antonio Encinoso Cabello “Fosforito”.

Estos son parte de los recuerdos que tiene este toscalero de su barrio, sus gentes y especialmente de Antonio y el maravilloso ambiente que creó y que permanentemente fomentó en su barbería. Quizás, a más de uno le puedan parecer recuerdos idealizados y es posible que realmente lo sean, pero en este texto no he hecho otra cosa que rescatarlos y transcribirlos, tal como estaban guardados en mi corazón, en el rincón donde se alojan los mejores tesoros vitales.
Quiero terminar expresando el siguiente deseo: Ojalá que este modesto relato, pudiera influir de alguna manera en la sensibilidad de las personas e instituciones competentes, para que inicien las gestiones oportunas, que conduzcan a la realización de un homenaje en toda regla a Antonio Encinoso Cabello, singular e ilustre personaje del barrio del Toscal.

Fueron componentes de la parranda «Los amigos del Toscal«, nombrados tal como nos conocíamos y en orden aleatorio:
Antonio “Fosforito”, Pepe “Peluquero”, Fernando Bonilla, D. Rafael, Arsenio, D. Cándido, Guillermo, Miguel Ángel, Beny, Fernandito, Móises, Santos, Toño, Ipe, Chicho, Mingoles, Osquita, D. Néstor, Elio Dorta, Emilio, Domingo Baute, Paco «Bianca«, Fermín , Adolfo “Fósforo”, Falo y Diego.
Otras personas que participaron de manera menos habitual:
Valentín Guanche, Aurora Alemán, Mary Carmen Gordillo, Melquiades Cruz y MarioPapelito”.

 

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